Cuando entendí que no vine a esta vida a transitarla por inercia, por costumbre, por herencia, sino que vine a explotar lo mejor de mi ser y energía, elegí animarme a soltar lo seguro y preconcebido para empezar a trazar un camino que me llene de alegría todos los días.
Aprender, siempre, a trabajar con el cuerpo y todo lo que eso conlleva: sus cansancios, emociones y estados. Nutrirse de otros, nutrir a otros. Descubrirse en cosas que parecían imposibles. Aceptar los errores y trabajar a partir de ellos. Disfrutar el aire, la música, una tela y vos... transportarse.
Vivir con amor, esa es la clave. Así, todo el esfuerzo, dedicación, compromiso cobra significado. Sí, el camino es sinuoso y cuesta arriba, pero me estalla el corazón de alegría todos los días y eso es lo único que me importa.
Ahí arriba me siento más viva que nunca.